De Miguel Angel Lama

FERNANDO TOMÁS PÉREZ GONZÁLEZ
Miguel Angel Lama, 

(Diario ABC, 26 de Agosto de 2006)

Página nueva para Fernando T. Pérez. Viernes, 26 de agosto (2005). He anotado en mi cuaderno dirección y número de teléfono de quien me acompaña y con quien he hablado de libros antiguos. Hoja recta. Al poco de irse, me da la noticia por teléfono un amigo, José Antonio Zambrano. Los libros antiguos como conversación, la presunción de la muerte y la voz dura y honda del poeta amigo, todo a la vez, transforman todo, y una atmósfera de extraña crasitud todo lo inunda. He querido anotar en mi cuaderno la noticia de su muerte. ¿Bajo la última anotación? No. En página nueva. Página nueva para Fernando Pérez. Hoja vuelta. 

Fueron estas líneas un apunte que escondía un montón de evocaciones, y que sigue ocultando algunos recuerdos por el pudor que da cuando se hace el elogio ajeno y uno casi sólo habla de sí mismo. Fernando Pérez fue profesor, estudioso y editor. Este último lado de su vida, que para mí fue siempre la consecuencia de una amistad a la vez que una elección afectiva por el mundo del libro, ha ocupado lo más visible de su retrato, en activo con el reconocimiento merecido, y post mortem, en los justificados testimonios que han venido publicándose desde que nos dejara. Sin embargo, el buen editor al cargo de un servicio público se había formado ya con los mimbres del ciudadano solidario, sensible y progresista, del profesor de Filosofía en diversos centros de enseñanza y últimamente -hasta su nombramiento como director de la Editora Regional de Extremadura en 1995- en el Instituto de E. S. «Norba Caesarina» de Cáceres, y del investigador sobre las ideas modernas desde finales del siglo XVIII, sobre el liberalismo o sobre personalidades tan singulares como el bisabuelo de Antonio y Manuel Machado, José Álvarez Guerra. 

Por esto, la imagen hoy de Fernando T. Pérez, sobre el año de su muerte, puede ser -más para quienes no le conocieron personalmente- la que nos brinde la lectura de la obra que dejó. Del lado del ciudadano opinante, del gustoso colaborador de periódico -como lo fue su padre- elijo hoy un delicioso artículo con el elogio del Servicio de Correos y cierto vituperio de las nuevas empresas de mensajería que publicó en 1993 en el diario Hoy de Extremadura y que luego en ese mismo año reeditó su querido Romano García en la Revista de Extremadura, con el sugerente título de «Carta blanca sobre una leyenda negra». Del lado del investigador, sus trabajos sobre La introducción del darwinismo en la Extremadura decimonónica (1987) o la Genealogía extremeña de Antonio Machado (1989), en colaboración con Diego Núñez, que sería luego director de su tesis doctoral sobre El pensamiento de José Álvarez Guerra, leída en la Universidad Autónoma de Madrid en marzo de 1999 ante un tribunal presidido por Alberto Gil Novales; tesis que verá la luz próximamente bajo el sello editorial que él prestigió. O sus Tres filósofos en el cajón, en la colección «La Centena» en 1991, sobre José Álvarez Guerra, José Segundo Flórez y Ventura Reyes Prósper, tres de esos «extremeños heterodoxos, intempestivos y malfamados» que poblaban un cajetín que Fernando tenía destinado a recuperar a algunos de los anatemizados por Menéndez Pelayo, desde Arias Montano al cura Mora. O su trabajo más divulgativo sobre Juan Álvarez Guerra, diputado en el Trienio Liberal, ministro en el gabinete de Toreno, y autor de ensayos agronómicos. 

Por último, el lado de editor, que es el más público de este hombre a quien se debe lo mejor de la preservación e investigación sobre aquellos libros encontrados en Extremadura, entre ellos una edición desconocida del Lazarillo, que componen la llamada Biblioteca de Barcarrota. Había dado muestras por escrito de lo que arriba he llamado «elección afectiva», en artículos o contribuciones a congresos y jornadas -algunas desde la óptica de la enseñanza, su dedicación siempre-, pero su trabajo capital ha sido la escritura de ese panorama del libro extremeño desde el siglo XVIII al primer tercio del XX, en el magnífico catálogo de la exposición Extremadura en sus páginas. Del papel a la web que pudo verse en el último cuatrimestre en las capitales extremeñas.

Página nueva para Fernando T. Pérez. En la que leer una muestra de lo que él escribió -fue mucho más, inmensamente más lo que ayudó para que otros escribieran y viesen publicado lo escrito-, sobre positivistas, krausistas, liberales, animosos arbitristas, editores y libreros, en una prosa que casi a cada línea parecía dar muestras de esa vocación de pulcritud y precisión azorinianas heredada de un padre maestro y escritor. Página nueva para Fernando.