“DÍA DEL LIBRO: APAGUE LA PANTALLA”, TEXTO INÉDITO

  • 18/05/2023

      El texto que reproducimos a continuación, “Día del libro: apaguen la pantalla”, lo traemos a la sección de novedades pues lo hemos encontrado recientemente, haciendo unas pesquisas para obtener datos de la obra de Fernando Tomás.

    Encontrado el texto en un dispositivo electrónico, un antiguo disquete, no nos consta cuál fue el destino, pero es de suponer que lo escribió para leerlo en alguna jornada, para resaltar la importancia de la lectura en la sociedad.

  El mensaje tiene muchísima actualidad, a pesar de que se escribiera hace más de diez y ocho años, al menos.

 

DÍA DEL LIBRO: APAGUE LA PANTALLA

“despertad el afán de leer en los que no lo sienten, pues sólo cuando todo español no sólo sepa leer –que no es bastante– sino que tenga ansia de leer, de gozar y divertirse, sí, divertirse leyendo, habrá una nueva España”.  MANUEL B. COSSÍO

 
     
La clásica definición dada por la Unesco de lo que es un “libro”, posiblemente esté hoy ya anticuada, puesto que el “soporte papel” ha dejado de ser un elemento imprescindible en la configuración material de los libros. Pero un libro es algo más que un objeto. Es también un modo especial de relación entre dos sujetos inteligentes. Porque el vínculo comunicacional que se establece entre el emisor y el receptor a través del libro, es decir el vínculo que se establece ente el autor y el lector, es una relación de muy distinto género que la que hallamos en otros medios de comunicación no impresos.

      La gran diferencia entre la información que se adquiere a través de la lectura y la que nos llega a través de otros medios de comunicación es, precisamente, el alto grado de colaboración que exige del sujeto receptor, esto es, del lector. El grado de consciencia y de autonomía crítica –y por tanto de libertad– que exige la lectura es tal que, cuando disminuye el nivel de atención, la lectura no surte ningún efecto, por así decir, subliminal: sencillamente no se produce comunicación, ni para bien ni para mal. Naturalmente, este grado de participación activa del lector es mayor en la lectura privada, la lectura silenciosa y meditativa, que es la habitual desde que el facistol y las lecturas comunitarias dejaron de estilarse. Por eso el lector – lector de libros, lector de periódicos– está menos sujeto al peligro de la manipulación que el que se nutre de otros medios de comunicación no escrita, especialmente de aquellos que emplean imágenes luminosas y coloristas, más seductoras que la información textual y que exigen niveles de atención y de cultura mucho menor. Aquellos medios que permiten una comunicación pasiva, es decir una comunicación en la que el sujeto no activa –o no activa por completo– los anticuerpos y filtros de sus propias experiencias o ideas, no sólo es menos formativa, sino que adormece e hipnotiza al receptor, merman su libertad y lo puerilizan hasta extremos que pueden llegar a ser peligrosos.

     Lo decía hace poco un combativo y simpático editor de libros, Mario Muchnik: “una pantalla que agita sus colores ante nuestros ojos, exactamente como los conquistadores agitaban lentejuelas ante los habitantes de América, no transmite –no puede transmitir sino el mensaje de la transacción comercial”. Que conste que Mario Muchnik no es un detractor del cine, porque las condiciones de la proyección de una película permiten una actividad intelectual plena, y porque “ir al cine exige el esfuerzo propio de toda tarea noble, como leer un libro, escuchar música o mirar un fresco”. El enemigo para él es la televisión, y más particularmente la televisión dominante, que no es la segunda cadena o el canal plus, sino el modelo Berlusconi, que también parece hegemonizar la cultura de nuestro país. Cuando en el país casi vecino el rey de la televisión espectáculo, el dueño de los clubes de futbol y líder de la triunfante coalición electoral Forza Italia, se permite comprar esas dos venerables instituciones de la edición de libros que son Mondadori e Einaudi –no sabemos si para dinamitarlas desde dentro– bien podemos poner nuestras barbas a remojar. Algo hay que hacer si no queremos que cierta forma de cultura muera. Por de pronto hoy, “día del libro”, yo secundaría la propuesta de Mario Muchnik: “si no es posible pedir la locura de que la televisión se suicide transmitiendo un mensaje cuerdo como “Apague este televisor”, sí es posible pedir, y necesario y urgente, que, mediante una razonable insistencia, la televisión pública estimule en lugar de adormecer la curiosidad del individuo, y lo lleve, por su propio bien y de la nación entera, amable pero firmemente, a leer libros, escuchar música, mirar cuadros, teatro o cine. Y a apagar el televisor”. Que así sea.

FERNANDO TOMÁS PÉREZ GONZÁLEZ